martes, 8 de diciembre de 2009

Escudo de Valores






Como gran parte de la humanidad sabe el socialismo marxista fracasó, y nos dejó como legado, entre otras cosas, unas cuantas decenas de millones de muertos y muchos ex burócratas acostumbrados a los privilegios impúdicos del partido comunista y que ahora son grandes y felices capitalistas. Afortunadamente en Corea del Norte existe un entretenido parque temático en toda su extensión, algo así como un parque jurásico, en donde uno puede disfrutar de todas las diversiones del sistema comunista: animados campos de concentración en donde se tortura y asesina no solo a presos políticos, sino también a sus familias, escasez de alimentos y crisis energética, fantásticos atropellos a los derechos fundamentales del ser humano, un líder de aspecto monstruoso a quien rendir culto, en fin, un destino apropiadísimo para los amantes de la prehistoria y la paleontoideología . Sin embargo, aunque varias naciones del orbe nos han dicho, “el experimento marxista salió mal, niños no lo intenten en casa” hay todavía en varios países airadas cuadrillas de bribones dispuestos a insistir en la fórmula de Marx, el profeta fracasado de los proletarios. La quimera de que la izquierda política aún defiende a la clase obrera y a los humildes ha permanecido en vigor en el imaginario colectivo, tanto así que ante el fracaso y el desgaste de los socialmente irresponsables sectores liberales, la izquierda se posiciona en el gobierno sin grandes esfuerzos, sin debates ni amplias exposiciones del programa político. Aquellos que callaron ante la crueldad, la violencia, la ambición de sus camaradas marxistas en el mundo, hoy ocupan cargos importantes de gobierno, dirigidos eso sí, por los “moderados”, unos personajes paradójicos que continúan sustentando el modelo económico liberal, pero con tímidas y torpes ideas de lo que debería ser la justicia social. Y entonces a los radicales le quedaron dos opciones, convertirse en unos parias expulsados del conglomerado de izquierdas, o plegarse a la disciplina de los progresistas “moderados”, y hacer, dentro de su frustración, lo que se pueda. ¿Y que es lo que se puede hacer ahora que la guerra fría finalizó hace rato con el fracaso de los sistemas marxistas?; Pues arremeter con saña revanchista todo ámbito cultural, los espacios que ya venían corrompiéndose desde hace décadas ante la actitud indiferente del liberalismo. De esta manera se consolidará los procesos de desintegración cultural que anhela el progresismo: El desequilibrio entre los derechos y las obligaciones de los individuos que conforman la sociedad, la distorsión del discernimiento popular, el esparcimiento de la deshonestidad intelectual de forma grotesca en los círculos educativos y medios de comunicación, la promoción del relativismo en aquellos asuntos que conforman los pilares de la sociedad, como la familia, el respeto por la vida y otros altos valores humanos. Esforcémonos pues, para que ante tanto descalabro, aquellos valores que tienen su sostén en lo más esencial de la condición humana, permanezcan incólumes para blindarnos contra las vilezas que el progresismo nos propone.

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